REFLEXIONES SOBRE EL (LOS) HOLOCAUSTO (S)



 

 “Les enseñamos (a los niños) que hay tantas palabras como colores, 

y que hay tantos pensamientos porque de por sí el mundo es para que en él nazcan palabras. 

Que hay pensamientos diferentes y que debemos respetarlos...

Y les enseñamos a hablar con la verdad, es decir, con el corazón.”

Subcomandante Marcos

 


 

Cuando se habla de la 2da Guerra Mundial  y del Holocausto judío, solemos centrarnos en los 6 millones de judíos asesinados por el entonces Estado Nazi, Alemán, sin embargo, pocas veces nos hacemos las siguientes preguntas: ¿Por qué fue posible tal atrocidad? ¿Qué lleva a una sociedad a legitimar tal situación? ¿Qué lleva a un grupo de personas en el poder a matar por más poder? ¿Por qué siguen repitiéndose estos hechos en nuestros días? ¿Quiénes ponen las reglas, quiénes las legitiman y por qué? ¿Qué papel juega y debe jugar la educación para evitar esos crímenes de lesa humanidad? Pues bien, trataremos de dar un pequeño bosquejo de lo que pretendemos sean respuesta a las preguntas planteadas.

Lo que nos expone Wilhelm Reich en su libro “Psicología de las masas del Fascismo”, es que el éxito del Nacional socialismo no se encuentra en Hitler, ni el 3er Reich, sino en las masas que apoyaron a este partido. Así, el motor real fueron los intereses sociales y económicos de las capas medias. Lo anterior lo podemos desentrañar partiendo de la posición social de dichas capas:

a)     Su posición en el proceso de producción capitalista;

b)    Su posición en el aparato de Estado Autoritario;

c)     Su situación familiar particular.

Lo anterior se entiende, pues en esa época los distintos países imperialistas estaban ya en una fase de expansión y crecimiento que era resultado de la primera guerra mundial. La URSS por su parte, era una región económica consolidándose cada vez más, EUA estaba saliendo de la crisis del 29 y el modelo keynesiano de economía, estaba siendo cuestionado por el Neoliberalismo de Hayeck. Dentro de Alemania, los guetos de judíos desplazaban cada vez más de las labores con mayor estatus a los alemanes promedio. Era necesaria  la promesa de un nacionalismo que viera por los intereses de las clases medias, quienes veían a la luz de la expansión imperialista –al exterior-, y de los guetos que los desplazaban, una amenaza para su estabilidad social. De ahí, el discurso anti capitalista de Hitler, aunque en realidad, manejara un doble discurso, como puede leerse en el libro “Mi Lucha”:

Si queremos tierra en Europa, en general solo podemos obtenerla a costa de Rusia, y el nuevo Reich deberá volver a transitar el camino de los caballeros de la orden, para que la espada alemana le dé la gleba al arado alemán y el pan de caída a la nación.

El carácter burgués del partido nacional socialista, logró aglutinar el consenso de una gran parte de la población alemana de clase media, sin embargo, dentro del partido, el discurso era de expansión capitalista, pero no sólo el discurso, los integrantes del tercer y cuarto Reich pertenecían a las esferas más altas de la sociedad alemana. Al exterior del partido, Hitler manejaba en sus discursos perfectamente las emociones de la masa alemana para evitar toda argumentación objetiva. El nacionalista Wilhelm Stapel, en su obra “Cristianismo y nacionalsocialismo”  lo plantea de la siguiente forma: “Dado el carácter elemental del movimiento nacional socialista, no se le puede atacar con argumentos. Los argumentos sólo tendrían un efecto, si el movimiento hubiera crecido con argumentos”. Lo anterior es muy evidente, en los discursos de Hitler, no existen argumentos objetivamente correctos, sólo un manejo de emociones, emotividad y promesas para la población de clase media alemana. 

Bien, hasta aquí hemos dado respuesta a 2 preguntas. La primera fue, ¿qué lleva a una sociedad a legitimar un crimen de lesa humanidad?  Una sociedad que vive en la desesperanza, en el sin rumbo, que es desplazada, que ha vivido los horrores de una guerra, que ocupa un lugar medio en las esferas productivas, que es castigada económicamente por otras potencias económicas, con un tratado como el de Versalles, y que además, sus miedos, deseos, intereses y más emociones son movidos por un líder carismático que promete una mejor vida. Todo lo anterior fue suficiente para legitimar una masacre de lesa humanidad. La segunda cuestión es ¿Por qué un pequeño grupo de personas es capaz de manipular a una sociedad entera por más poder? Dice Michel Foucault en su Microfísica del poder, que el poder son relaciones sociales de legitimidad, y como vimos anteriormente, la sociedad alemana legitimó en un momento dado a un pequeño grupo que tenía en sus manos la dirección del país. Pero, ¿qué perfil psicológico denota este pequeño grupo? Diremos que su afán de poder tiene que ver con su necesidad de acumulación, es decir, con su deseo de tener, de poseer, de controlar. Definitivamente nos encontramos frente a un sujeto que psicológicamente no se encuentra bien. Para Erich Fromm, estos sujetos tienen una tendencia necrófila, así, para dicho autor, la persona con orientación necrófila se siente atraída y fascinada por todo lo que no vive, por todo lo muerto; cadáveres, marchitamiento, heces, basura… Los necrófilos son individuos aficionados a hablar de enfermedades, de entierros, de muerte. El necrófilo es un ser que reivindica la vida con lo muerto, cosifica al hombre mismo, lo reduce a objetos, a la nada, lo arrebata su ser al impedirle SER, en ese sentido, toda estructura capitalista tiene dentro de sí una tendencia necrófila, y el nacionalsocialismo, era en realidad, la expresión distorsionada de un capitalismo -para su época- ultra radical. Un líder necrófilo suele tomar la voluntad de la masa para sentirse vivo, sentir que tiene el control, cosificarla, es decir, simbólicamente matarla para poder dominarla. A su vez, la masa confía en este líder y le entrega su voluntad. La yuxtaposición perfecta: líder y masa, en una latencia de muerte. Para Reich, La influencia de líderes como Hitler y Stalin, estriba precisamente en su capacidad para matar y la complacencia en hacerlo. Por eso los amaron los necrófilos. De los demás, muchos los temían y prefirieron admirarlos a darse cuenta de su miedo, otros muchos, no percibían la calidad necrófila de sus líderes, y vieron en ellos, a los constructores, los salvadores, los buenos padres.

Han pasado casi 80 años desde que terminó la 2da guerra mundial, y este tipo de perfiles psicológicos siguen apareciendo a lo largo y ancho de nuestro plantea. Ni la creación de la Liga de las Naciones después de la 1era Guerra Mundial, ni el impulso de la ONU al final de la 2da, han podido evitar la latencia de muerte en algunos hombres -porque sería un error hablar de esta latencia en la humanidad-, la humanidad somos todos, pero de esos todos, sólo algunos tienen una distorsión mental que los lleva hacia la muerte. Es contradictorio que una organización como la ONU, desde su nacimiento haya legitimado varias invasiones de Estados Unidos a otros países, o haya permitido y siga permitiendo etnocidios como los ocurridos en África por los diamantes, o en el País Vasco en la búsqueda de su Independencia de España y Francia, o la matanza de niños palestinos por los aviones de guerra Israelí, o por qué no hablar del genocidio contra las culturas étnicas del mundo, por ejemplo, la persecución a los mapuches en Chile, las reservas indias en Estados Unidos, la imposición hacia la comunidad gitana a acatar leyes arbitrarias que van en contra de lo más humano y bello del hombre como es su cultura, y podríamos decir mucho, por ejemplo, del holocausto sufrido en América Latina de 1492 con la invasión Española a 1810, con un genocidio de más de 3 millones de indígenas que en la actualidad sigue. Si el termino Holocausto significa Masacre, estamos entonces ante una historia llena de Masacres.  La característica común en todas ellas es el despotismo, la intolerancia, el desprecio, la justicia, la sinrazón, y siempre va legitimado de un aparato de Estado. Ya decía el sociólogo Alemán Max Weber; el Estado es quien tiene el monopolio legítimo de la violencia. Nosotros diríamos que no siempre es legítimo, sino legal, impuesto y coercitivo. Las reglas las ponen un puñado de hombres que detentan el poder en los determinados momentos históricos. No olvidemos que hay holocaustos en los que no es necesario matar el cuerpo físico, sino el alma. Como es el que en estos momentos vive nuestro país con la imposición de tantas reformas estructurales no consensadas ni consultadas con el real soberano de todos los tiempos; el pueblo. Estos Holocaustos son más lentos, pero tarde o temprano se vuelven sobre sí en 2 frentes fundamentales: estallidos sociales a favor de la población y la búsqueda de alternativas y acción procreativa, es decir, en un carácter biófilo, o en estallidos sociales contra la población, como sucedió en Alemania Nazi y el pueblo alemán. En síntesis, por la desesperanza. 

Lo antes expuesto nos lleva a reflexionar en torno a la necesidad de una educación basada en la objetividad, en la razón, en la justicia, en la paz, en la dignidad, pero sobre todo en el respeto irrestricto de lo humano, en la búsqueda de todo aquello que lleva al hombre a ser un ser integral en toda la extensión de la palabra. No basta con enseñar historia, hay que enseñar a hacer y vivir la historia. El Holocausto judío queda como precedente de esta necesidad, pero también el holocausto indígena que hoy sigue. Debemos analizar en las aulas cómo podemos revertir este estado de cosas que nos han llevado a desvalorizarnos como especie, impulsar una educación que rescate la historia, no como datos ajenos a nuestro entorno, sino como situaciones que en la actualidad nos determinan como nación. Pero a cada pueblo en sus tiempos y espacios le toca diseñar este modelo curricular de la enseñanza de estos hechos, sin olvidar lo que en otros lugares posó, pero rescatando los acontecimientos locales, en esa medida, la apropiación del hecho tendrá más sentido y nos dará la certeza de corregir el camino. Un pueblo que no aprende de su historia, está destinado a repetirla.

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