¿Cuál es la primera imagen que se nos viene a la mente al pensar en alguien que ejerce la enfermería?
Durante años la representación de enfermería ha
sido aquella en donde una mujer vestida de impecable blanco, uniforme pulcro y
bien planchado, sin una mancha en los zapatos brinda un cuidado total al paciente
desde la abnegación, con tanto amor como se asume que darían las madres a sus
hijos, pero ¿Se ve compensada esa dedicación? La respuesta es no. Tristemente,
a pesar de los avances en materia de derechos, igualdad y la dignificación de
toda labor profesional, enfermería continúa siendo una ciencia estigmatizada,
llena de prejuicios y a menudo reducida al servicio de la medicina o mejor
dicho de quienes ostentan el título de médicos.
Con ello no quiero depositar la culpa en mis
compañeros médicos porque es claro que la concepción de enfermería proviene de
un sistema patriarcal que oprime, subyuga y demerita a quien forma el brazo
operativo de todo hospital, clínica y centro sanitario sea público o privado; parte del problema es,
desafortunadamente, el concepto en que las enfermeras y enfermeros del país
tienen de sí mismos, cómo es que se ven
a nivel personal y de qué manera cambia dicha apreciación cuando se encuentran
dentro del entorno laboral pues muchos aún ven al médico como máxima figura de
autoridad y respeto, olvidando en el proceso que como profesionales de la
enfermería también se deben respeto a sí mismos tanto en lo privado como
durante el ejercicio del deber.
Los profesionales de la enfermería ya no son los gatos de los médicos, sino compañeros de quienes también se dedican a las ciencias de la salud; no somos sirvientes, se asiste en igualdad de condiciones en la atención al paciente y nada se realiza al azar, sino que todo se sustenta por medio de evidencia científica actual, siempre teniendo en cuenta el brindar un cuidado holístico e integral con los más altos estándares de calidad en el servicio.
Tristemente, aún es posible escuchar en los pasillos de un hospital el uso de términos como 'joven', 'niña' muchacha' o 'señorita' cuando lo mínimo que alguien que dedica parte de su vida al cuidado y mantención de la salud de otros se merece, es el reconocimiento con el ya sabido título de Enfermero o Enfermera. Porque sí, eso es lo que son y es así como deben ser llamados a pesar de la negativa por conferirles dicho tratamiento cuando se ha hecho lo posible por llegar a conseguirlo luego de cuatro años dentro de las aulas aprendiendo del cuidado y uno más, poniendo en práctica lo que se sabe.
Se quiere ser agente del cambio, pero se es del miedo porque los padres educan a los hijos bajo la premisa de rehuir a quien porta uniforme de enfermero; se les enseña a temer, a ver en las vacunas un castigo y en el personal de enfermería a una suerte de verdugo personal que habrá de torturarlos con agujas e instrumentos dolorosos como respuesta a buenas o malas conductas dentro de la casa. Se insiste en la salud del paciente como prioridad ¿Y cuándo es prioridad la salud del personal que a eso se dedica? No hay día que enfermería no inste a la población en general a tener buenos hábitos de salud, alimentación e higiene porque eso significa mejorar la calidad de vida, pero no se piensa en lo importante que es para el personal de enfermería — incluido el que se encuentra en proceso de formación — tener un buen descanso, alimentarse como corresponde, contar con tiempo para el ocio y el esparcimiento, además de obtener una justa remuneración por todo el trabajo que a diario desempeñan en pro del cuidado de los 126.7 millones de mexicanos.
Es importante enfatizar cuán necesario es que dichos profesionales conozcan su valor, el llamado peso en oro por así decirlo que cada uno tiene y en consecuencia comiencen a exigir lo que merecen: mejores sueldos, condiciones de trabajo justas, espacios de práctica adecuados y suficientes, entre muchas otras cosas, pero también es menester recalcar la importancia de aprender a decir "No cobro por lo que hago, sino por lo que sé".
Porque no es ni será nunca lo mismo el pasar cinco años en vela, quemándote las pestañas durante días para aprender primero la teoría antes que la práctica, para terminar adecuando el precio de tus servicios al que ofrece una persona sin conocimiento o experiencia alguna. No, no está bien cobrar diez pesos por aplicar una inyección (por decirlo coloquialmente) solo porque otras personas así lo hacen ¿En dónde queda todo aquel esfuerzo? Al poner precio al servicio que se brinda debe hacerse considerando todo lo aprendido, confiriéndole el valor y el respeto que una profesión tan antigua como gratificante merece.
Enfermería tiene mucho que ofrecer a México y al mundo. Las personas que eligen el camino de brindar el cuidado en beneficio de la salud no son dioses, no son ángeles, son seres humanos que merecen todo el respeto y reconocimiento tanto a la labor que desempeñan como a sí mismos. Ante todo, jamás debe olvidarse que bajo ese uniforme blanco que luce cada uno, existe una persona con sueños, deseos y necesidades que también requieren la debida atención.
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