Semanas atrás salió una colección excelente de libros por parte del Fondo de Cultura. La campaña ha sido grande, amplia y efectiva, pues el objetivo principal es que, por lo menos, todos y cada uno de los asistentes tengan un libro, esto con el fin último de que cada ciudadano tenga un libro y así se promueva la lectura; esto es, cumplir aquella máxima de crear un país de lectores. Aunque claro, en la campaña varias cosas no vemos a simple vista, pero tampoco están hechas con malicia enteramente, o por lo menos eso creo yo.
En primer lugar, debemos destacar que las obras publicadas son todas en español, lo que ya indica el público objetivo de la campaña e indirectamente pone a la lengua española como el centro de la cultura literaria en nuestro país. Sin embargo, esto no es raro, puesto que, incluso los concursos literarios en lenguas originarias piden una versión en español, es decir, el jurado seguramente no leerá las obras en otra lengua que no sea el español. Esto por supuesto da para hacer otro artículo comentando sobre este proceso de creación de cuadros que puedan juzgar el valor literario en sus propias lenguas y sobre la paradoja de que el español sea la lengua franca para crear esos cuadros. Pero volvamos a nuestro asunto.
Puesta la lengua española como la lengua franca de promoción de la literatura, diremos que, en segundo lugar, hubo una distinción importante a la hora de repartir los ejemplares, ya que, a los grupos de lectores, fueran estos círculos o clubes, se les entregó la colección completa, mientras que a los individuos no agrupados un solo ejemplar. La cosa no es rara ni en mala fe. Sabemos que los círculos de lectura darían servicio a más de un individuo y, por tanto, es mejor la entrega de esos ejemplares a las dinámicas de los clubes que al atesoramiento en la casa de un solo individuo. No obstante, aquí se encuentra el problema mayor, aunque no es de vida o muerte.
Cierto que los clubes de lectura no se caracterizan por hacer lo que en las academias harían, pues el objetivo principal es la promoción de la “lectura” y no así la promoción de la “literatura”, es decir, no buscan analizar contenidos literarios, muy pese a que algunas veces utilicen la palabra “analizar” para referirse a “comentar” un texto. Y tranquilos, no es menosprecio, simplemente estoy diciendo que la mayoría de las veces sólo se comenta en esos espacios y muy pocas veces se analiza. Ahora bien, dado que en su mayoría los clubes trabajan a través de los prejuicios, es decir y entiéndase, a través del conocimiento previo sobre las obras, entonces la interpretación de los textos y los comentarios que de las mismas se hagan serán aquellos que “repitan” constantemente lo que el dominio popular “institucionalizó” de las obras, esto es, que son buenas por esto y por aquello, que uno siente tal o cal cosa, que uno ve o logra imaginar, etc. Sin embargo, esto es una amenaza a la literatura misma, en primer lugar, porque su anacronismo obliga al lector a leer todas las obras que lee a través de aquellos ojos, y, en segundo lugar, elimina en el lector la capacidad de apreciación estética de otras manifestaciones literarias que no pasen por los parámetros puestos e impuestos dentro de los círculos de lectura (aún cuando se quiera decir que se es plural y que no se tira línea, siempre se hace).
Pues bien, juntemos los fenómenos. El gobierno promueve una literatura en español, es decir, institucionaliza esas obras (obras excelentes, opino), al institucionalizarlas las vuelve monumentos u objetos de museo, es decir, objetos de cuasi adoración lectora, y, por otro lado, utiliza el esquema de los círculos de lectura para reafirmar la institución de arte, esto es, la que apunta al centro y que establece parámetros lejos de los valores simbólicos de las comunidades donde se lee.
Adenda
Pro si no se entendió, la amenaza es el establecimiento de parámetros que agrupen unos textos y otros no en lo que llamamos literatura, así como la formación de lectores no críticos, sino “repetitivos” que en su momento “imiten” los parámetros “institucionalizados”. En ese proceso juegan, el gobierno (no de mala fe) y los círculos de lectura (no de mala fe).
Claro, diría ahora, hace falta una explicación más amplia sobre sistemas y circuitos literarios, o sobre campos de poder cultural, pero, bueno, como esto no es un texto académico sino una mera opinión de algo que me puse a pensar mientras leías, pues así lo dejamos.