Posverdad es una palabra interesante cuyo uso se incrementaba mucho para 2016, por lo que fue declarada como palabra del año (en 2016) por el diccionario Oxford y en 2017 se incluyó en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Sin embargo, el término fue empleado desde 1992 por Steve Tesich en un artículo publicado en The Nation, refiriéndose a una pérdida de relevancia de la verdad.
¿Y qué es la posverdad?
Según Definiciones de Oxford Languages se trata de la: Información o afirmación en la que los datos objetivos tienen menos importancia para el público que las opiniones y emociones que suscita.
En otras palabras, posverdad es aquella que, sin ser necesariamente verdad, la gente la prefiere y la abraza, porque le gusta más. Pero no se queda ahí. La RAE tiene su propia definición: Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. «Los demagogos son maestros de la posverdad».
O sea, combinando la definición de Oxford Languages con la de la RAE llegamos un poco más lejos y precisamos que, al ser también una distorsión deliberada, entonces se trata de una interacción, es más, de una complicidad entre quien la produce y quien la acepta. Pues al ver la posverdad como una maquinaria de información falsa, por reducir de alguna manera, estaríamos deslindándonos de nuestra capacidad crítica.
Es decir, si sabemos que los medios de comunicación, incluyendo los digitales (e independientes), son vulnerables a ser comprados, manipulados, amenazados (o descontextualizados), y de todas maneras, por ejemplo, aceptamos y compartimos alguna noticia que le venga como anillo al dedo a nuestro criterio u opinión que defendamos a capa y espada, sin siquiera analizar si lo afirmado es cierto, falso o tendencioso, entonces nos estamos involucrando en el juego de la posverdad, juego que es amado particularmente por los políticos corruptos.
Con lo anterior es posible incluso percatarnos de la enorme que podría ser la diferencia entre las fake news y la posverdad. Una fake new podría ser evidenciada y enviada a la basura fácilmente si no hubiera personas que, ya sea por falta de ética o de capacidad crítica, fortalecieran dicha fake new compartiéndola y haciéndola circular tanto que “se volviera verdad”, tan solo porque les gusta tal información falsa, porque favorece sus opiniones o intereses propios. De esa manera se va generando la posverdad, cuando hasta se logra conseguir alguna percepción generalizada con respecto a un tema, aunque sea errónea, injusta y contraproducente.
¿Cuándo comenzó?
Digamos que comienza con nosotros mismos los humanos, nosotros, esta especie que experimenta ocasionalmente disonancias cognitivas, esta especie que se aferra a la razón y que protege su propio ego cuanto le es posible, aunque sea disimulando.
(Paréntesis: pienso en Walter Duranty trabajando para Stalin, como un generador de posverdad, e igual en todos los discursos mediáticos de los tiranos a lo largo de la historia).
Ahora bien, si la palabra comienza a usarse en los noventa y es declarada palabra del año en 2016, ¿quiere decir que el fenómeno de la posverdad es reciente?, ¿que corresponde a finales del siglo veinte? Pues no necesariamente, pero sí de alguna manera particular. Recordemos que las palabras surgen después de su significado, y la palabra posverdad tenía como precedente que su significado estaba aumentando demasiado, o tal vez agravándose y complejizándose. Para cuando la palabra posverdad fue declarada palabra del año, las redes sociales más importantes como Facebook y Twitter tenían como una década operando, y como ya hemos comentado, las fake news tienen un gran vínculo con la posverdad, de hecho, podríamos verlas como la parte inicial del proceso de generación de esta.
Un ejemplo recurrente sobre el poder de la posverdad es el expresidente gringo Donald Trump, pues es mundialmente sabido que era fan de las mentiras y sin embargo llegó a tener buena popularidad entre los ciudadanos de ese país, ya que uso las mentiras a su favor y como propaganda que agradó a muchos. Quizá cabe mencionar que, en México, el insistente candidato AMLO pudo ser por fin presidente en 2018, cuando ya había entendido que los mexicanos estamos horas y horas pegados a las redes sociales y entonces fortaleció su marca personal política ahí. Sea que haya utilizado o no la posverdad, algo muy ambivalente nos hace ver las redes sociales, y las tecnologías de la información, que ahora lo mediático tiene incluso más poder que antes.
Pensamos que nos libramos de la radio y especialmente de la televisión y sus grandes poderosos de los monopolios desinformativos, y resulta que ahora las noticias y la propaganda (que a menudo son lo mismo) circulan con mayor rapidez y facilidad. Lo que nos hace pensar que, si la posverdad puede ser una parte inherente de la sociedad humana, ahora cobra una forma mucho más grande y se vuelve espantosa. Quisiera moderar y la vez enfatizar, que se vuelve exponencial ante el crecimiento de la ignorancia y de la información light con la que muchos usuarios de Internet se conforman y se hacen creer que saben más que los demás, lo que conlleva que sus criterios sean raquíticos y su capacidad crítica sea prácticamente nula, siendo así vulnerables a repetir y reproducir afirmaciones y noticias falsas “que les convengan” y como consecuencia mantengan en el poder a los ya de por sí muy poderosos.
Una reflexión extra
Me he dado cuenta de que el debate en Internet a veces está de risa y otras veces está para llorar, pues a menudo se presencia lo que por ahí se denomina sarcásticamente como “pelea de inválidos”, pues se enfrentan personas muy seguras de “su propia verdad”, aunque, sin saberlo, tengan enormes sesgos incluso en torno a su presente más actual.
Lo más chistoso, por no decir lamentable, es que claro que sí hay niveles. Hay los que sí saben un poco, aunque piensan que saben demasiado, y los que no saben nada y piensan que saben todavía más. Entonces en las redes sociales la confrontación es algo sumamente inútil y peor, es una pérdida de tiempo.
Sin embargo, en una era de inmediatez y de resúmenes, cuando se intenta aportar algo con bases, esto provoca repelencia, el usuario promedio no lo aguanta. Para hacerlos soportar es necesario graduar las ideas a niveles que sean percibidos fáciles, y de la misma manera el presentarse de uno mismo debe ser light, de lo contrario el aporte tardará mucho más en ingresar verdaderamente a los necesitados, pues se estancará durante lapsos prolongados entre quienes tienen mayor comprensión, y quienes son precisamente los que no representan un problema desquiciante.
La mayoría de la gente está cerrada y no se abrirá con quienes representen algún tipo de peligro, aunque no se sepa identificar cuál, o ni siquiera se sepa identificar si existe alguna actitud defensiva. Los que utilizan la posverdad a su favor han entendido esto, por eso le dan por su lado a las mayorías (los estimulan a ser ellos mismos, en su vacío), por eso tienen éxito.
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