“Era un gran pueblo magnético
con Marías ciclotrónicas,
tragafuegos supersónicos
y su campesino sideral”.
Rockdrigo González
Nuestra ciudad sigue cumpliendo su mayoría de edad y los cuarenta y tantos asoman a rajatabla en su dinámica social. En un primer momento el sentido identitario del cancunense se perdía en la incertidumbre del quedarse o el volver a la tierra de origen: una sociedad flotante era la esencia de ésta: la tierra de las oportunidades. Llegando de distintas partes de nuestro país, Cancún se pintaba de diversidad cultural, aun así, el sentido de pertenencia era incierto, pues el determinante del quedarse o marcharse era la estabilidad económica. Más de cuarenta años han pasado desde que la cuna acuño a la serpiente y entonces, nuestra ciudad va ya configurando su YO. El crecimiento urbano desproporcionado y con una carente o incipiente planeación, han modificado el paisaje de éste lugar desde los sentires y saberes comunes del inconsciente colectivo, principalmente en las zonas más viejas de la ciudad –una ciudad que se ha configurado con el fenómeno migratorio. Las zonas geográficas más nuevas, están siendo (mal)planeadas por las constructoras inmobiliarias en una dinámica de uniformidad social. La implicación en las relaciones interpersonales, vecinales y de comunidad son terribles, más que zonas de ambientes agradables, son caparazones endebles que generan una distancia entre los sujetos que las habitan. Ese modelo denominado “modernización”, viene también a confrontar lo efímero con lo eterno. Así, en esos espacios de distribución urbana, las identidades culturales rurales que han llegado a habitar éste destino turístico, con sus lenguas, su gastronomía, su vestimenta… confluyen con identidades de otras metrópolis como Monterrey, Guadalajara, el D.F… configurando lo popular:
Lo popular es en esta historia lo excluido: los que no tienen patrimonio o no logran que sea reconocido y conservado; los artesanos que no llegan a ser artistas, a individualizarse, o a participar en el mercado de bienes simbólicos “legítimos”; los espectadores de los medios masivos que quedan fuera de las universidades y los museos, “incapaces” de leer y mirar la alta cultura porque desconocen la historia de los saberes y los estilos (García, Nestor 1999: 119).
Y al mismo tiempo se genera el encuentro de estas dos, con ciudadanos de otras partes del mundo que han decidido habitar nuestra ciudad, y con las auténticas generaciones de ciudadanos nacidos en Cancún. Pero no sólo estas diversidades entran en las palestras.
Industria cultural y comunicaciones masivas designan los nuevos procesos de producción y circulación de la cultura, que corresponden no sólo a innovaciones tecnológicas sino a nuevas formas de la sensibilidad, a nuevos tipos de recepción, de disfrute y apropiación. Y que tienen si no su origen al menos su correlato más decisivo en las nuevas formas de sociabilidad con que la gente enfrenta la heterogeneidad simbólica y la inabarcabilidad de la ciudad.
Es desde esa relación que adquiere espesor cultural lo que pasa en y por los medios y las nuevas tecnologías de comunicación: el modo en que los medios constituyen lo público integrando un imaginario que de alguna manera articula el imaginario urbano disgregado, o en que la espectacularización televisiva sustituye la teatralidad callejera de la política; y el debilitamiento del sentido histórico y las concepciones globalizadoras que conlleva la inmersión en unas tecnologías que –como el video-clip o los videojuegos– desmaterializan y descontextualizan proponiendo la discontinuidad como hábito perceptivo dominante, al mismo tiempo que cargan de creatividad y sensualidad la relación con la tecnología (Barbero, Martín; et-al: 2001).
Así, la industria cultural que todo elemento procreativo ha presentado como una mercancía, y a través de sus grandes campañas de marketing publicitario en los medios de información y en sus megatiendas, pretende permear a las culturas auténticas -si éstas tienen algo que pueda ser vendido y en ocasiones aniquilarlas, si presentan resistencia-, y éstas últimas a su vez la incluyen, la rechazan, la sincretizan o simplemente coexisten –como afirmara Bonfil Batalla en su México Profundo (1987): el indígena seguirá siendo indígena, si aún al usar tenis Nike se asume como tal-, pero siempre, bajo la siguiente dinámica: la industria cultural querrá ponerle precio a todo acto procreativo, y las culturas auténticas pretenderán resistir estos embates.
La migración por su parte, en tanto imaginario de construcción de identidades, trae sobre sí, un código cultural implícito que es propio de un territorio, y que al llegar aquí, no siempre desemboca en un sincretismo cultural, es decir, no siempre las visiones del mundo se fusionan; en ocasiones se repelen, otras se excluyen, otras se toleran, a veces simplemente coexisten -como se mencionó con anterioridad-, pero todas en su conjunto van forjando en un proceso transitorio de hibridación, un sentido de identidad que al superar éstas contradicciones, dará una identidad autentica. Porque las identidades culturales auténticas no se crean atrás de un escritorio, se crean y recrean, se inventan y reinventan desde las necesidades procreativas mismas de los sujetos, y en estas construcciones culturales confluyen muchos proyectos, diferentes formas de entender el mundo, de apropiárselo, de transformarlo, se mueven horizontal y verticalmente en las distintas estructuras sociales.
En sus cuarenta y más años de existencia, nuestra ciudad está inmersa en un proceso dialéctico de encuentros identitario/culturales, que darán forma en las próximas generaciones, a una identidad auténtica que nos lleve a afirmar: Culturalmente, esto es lo que nos representa a los cancunenses… mientras eso sucede, seguimos siendo actores de éste tiempo de híbridos…
Referencias:
- Bonfil, B. Guillermo (1987). México Profundo. Una civilización negada. México: Grijalbo.
- Barbero, Martín; et-al (2001). Sobre “Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la
modernidad”. En: Magazín Dominical, No. 445,
El Espectador, Noviembre 3.
- García, Nestor (1999). Culturas hibridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad.
México: Grijalbo.
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